De amores, libros, comunidad y madera
22, abril 2021
Por: Santiago Atehortúa Carvajal, Diana Karolina Murillo Duque, Juan Santiago Sierra Acosta y Paola Stefhany Uribe Rendón
De aquellos pocos hombres que aún se enamoran del amor y quedan con ganas de escribir sobre él, ése es Don Iván, que asegura es imposible enamorarse por segunda vez sin morir en el intento, afirma estar en rehabilitación del apego pues no lo dejaba vivir en paz y piensa que el amor es más un enredo que cualquier otra cosa. Tuvo 12 hijos con 5 mujeres y la tusa le duró 40 años.
Aunque su pelo se tiña de sus ya usados 75 años, su cuerpo y carisma lo mantienen firme y esbelto por todo el trabajo duro que hizo y aún desempeña cortando árboles que pueden tardar hasta 3 días en caer. Ha moldeado a punta de hacha y machete obras de carpintería de todo tipo desde su juventud, “me gusta mantener las formas que hace la naturaleza” dice después de mostrar con orgullo una cama que, al igual que el resto de sus muebles, es hecha a mano.
Los 30 techos que cobijaron su niñez en el Carmen de Atrato – Chocó desgastaron los años de juventud de su padre, arrastrándolo; al igual que el desplazamiento, a las sauces del alcohol y como si de una herencia se tratara Iván lo conoció después, un vicio tan común como respirar del que hoy él cuenta con orgullo haber derrotado hace ya unos 17 años.
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Vive con su hermano que es sordo y pasa sus tardes leyendo en la hamaca de mil colores que adorna la entrada de su casa junto con un gato que saluda cariñosamente a los visitantes que con maullidos exige reciprocidad.
Un tal Memo Ángel fue su mentor, profesor de periodismo de la UPB. No estudió, pero los libros bastaron y sobraron para enseñarle todo y más de lo que se trata la vida y, como todo buen pedagogo, quiso compartir la magia de los libros a los niños Embera desde su casa hace ya dos años en el kilómetro 12 de la carretera Medellín-Chocó. Puso un letrero con el nombre Centro literario y cultural Embera, para el desarrollo de las comunidades indígenas del Chocó. “Ése alibatao dida” ese lugar mágico donde los niños crean su propia forma de leer, sus propios cuentos y aunque don Iván no sea un hombre letrado, les ayuda a diferenciar los pronombres.
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Los libros provienen del bolsillo y manos de don Iván, quien en pandemia ha vendido sus muebles de madera para nutrir su creciente colección y algunos amigos le envían libros desde Medellín y Bogotá. Ha repartido 2.000 libros a 10 comunidades. “¿Qué les cuesta enviar un promotor de lectura?”, pregunta retóricamente al gobierno.
Cuando llegan personas de todas partes de Colombia a conocer su proyecto se le llena el alma y el corazón de alegría. Aún recuerda a una pareja que llegó hace algunos meses con la que compartió conocimientos sobre pedagogía, situación que agradece profundamente.
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