Por: Sandra Milena Agudelo Vargas
Con el sonido de una pala y el excavar de la tierra convive a diario Jaime Alberto López, sepulturero del Cementerio Universal.
En el Jardín Parque Cementerio Universal de Medellín, bajo la sombra de un árbol y mientras se fuma un cigarrillo, Jaime Alberto López, analiza que la tranquilidad y la paz de este lugar son elementos primordiales para desempeñar su labor.
Su traje plástico de color blanco y cierre en el medio, delata que existe un muerto y que deberá cumplir con su deber una vez más, y justo cuando comienza a hablar sobre sus experiencias, sale presuroso al encuentro con los familiares que deberá recibir para una exhumación.
Uno a uno saca los restos llenos de barro y polvo que hay dentro de la fosa; limpia cada parte con la mayor delicadeza para evitar algún daño y luego se percata de que el centro del cuerpo no logró descomponerse, lo que obliga a algunos de los presentes a retirarse de la escena.
El silencio total en el momento de la exhumación le hace recordar cómo llegó el primer día a este sitio y sin miedos ni tabúes comenzó su labor como sepulturero y a ello se ha dedicado desde hace tres años. “Esto es una maravilla de trabajo, muy digno, muy humano”, dice Jaime Alberto.
Este hombre disfruta cada momento vivido en su lugar de trabajo y aunque nunca estudió para desempeñar esta labor, lo hace con tanto esmero y respeto, que día a día trata de capacitarse para ser mejor en sus actividades. Relata que muchas personas piensan que su labor no tiene futuro; sin embargo, él considera esa oportunidad como un propósito de Dios y de la vida.
A pesar de las cosas que ve a diario en su trabajo, como la tristeza de muchas familias al ver partir un ser querido, este hombre, de 39 años de edad, solo tiene presente en su corazón la ayuda al prójimo. Piensa que la razón social es lo que lo anima a continuar con este trabajo, pues sabe que muchas personas no poseen el dinero suficiente para enterrar un muerto y que a este cementerio acuden muchos por su economía. Él siente que aporta un granito de arena con su mano de obra.
Como cadáveres que recibe a diario, en donde la violencia ha marcado la vida de sus familiares, Jaime Alberto, cuenta que también se ha visto afectado por el conflicto armado en Colombia. Hace 24 años, las milicias populares le arrebataron a su hermano mayor, obligando a su familia a vivir en soledad, pues nunca se supo qué pasó con él o de qué forma murió.
Es por esto que el tema de los NN en el Cementerio Universal, le apasiona y siente una tranquilidad cuando algún familiar llega a este sitio con el propósito de saber si alguien de su linaje se encuentra allí. Él aún guarda la esperanza de encontrar los restos de su hermano.
Caminar por el cementerio y mirar a su alrededor la bella naturaleza que lo rodea; los árboles frondosos, algunos con flores, otros con las hojas más coloridas antes vistas, el sonido de los pájaros y la paz del lugar, hacen que el tema de la muerte no sea algo lejano a él.
Mucho se dice del terror que genera un cementerio, pero Jaime Alberto cuenta que nunca ha visto fantasmas y mucho menos espantos, pero sí según él, la maldad de los vivos.