Recorrido por uno de esos espacios urbanos que marcan la vida de generaciones, un callejón cercano a la Universidad de Antioquia, como un aula anexa donde se aprende de la vida, con sus luces y sombras.
El olvido
Es evidente como en Medellín cada día surgen más lugares en tendencia, llamativos y atractivos para el local y el turista. Sin embargo, hay espacios invisibles a los ojos de quienes habitan la Ciudad de la Eterna Primavera como Bantú, un pequeño y largo callejón en forma de “s”, que toma su nombre del bar que solía estar ubicado en la esquina que da ingreso al mismo, ubicado al frente de la Universidad de Antioquia, icónico hace más de 25 años. “La curva”, también así llamada, es considerada una zona de tolerancia, un espacio de encuentro. Eso hace de Bantú un lugar que recibe todo tipo de miradas, algunas curiosas, otras despectivas y otras ajenas, algunos lo perciben como un lugar exclusivo para el consumo de drogas y libertinaje; pero sólo cuando te adentras se logra entender su esencia.
La invisibilidad
Este callejón cobijado por grandes muros que gritan con grafitis que el arte da vida, da cuenta de sus contrastes: en las mañanas es habitado por seres cobijados con periódicos, restos de la esperanza que se esconde en sus miradas que apenas despiertan cuando el sol está en su furor para tomar fuerzas y salir a buscar algún sustento. Con el paso de las horas, las miradas despectivas de algunos transeúntes se repelen poco a poco con las copas y bocanadas de aire con olor al cigarro que “da risa” que convierten a estas personas en personajes del callejón.
La trampa
Para algunos venir a Bantú es un dilema, como lo manifiesta “Ozzy”, quien lo frecuenta hace 20 años: “El peor error de venir a Bantú, es decir voy a ir a Bantú de vueltón, es una mierda, … este marica lo puede decir, todo el mundo lo puede decir: muchachos cuando uno dice voy a Bantú de vueltón es una mentira brutal. Nosotros por eso le decimos Trampú porque esto atrapa”.
Entonces al final el callejón es un mundo paralelo como lo dice “Coqui”, quien se siente protegido al ver a Bantú como un universo donde se está tan encerrado por muros que se levantan en su perímetro, donde logra desinhibirse. Dentro de la ciudad muchos buscan un “refugio” no sólo para extasiar sus cuerpos con alcohol y sustancias que lleven sus mentes a otro nivel; sino para ser, sentir y estar en la libertad de poder despojarse de su ser, viviendo lo que realmente anhelan.
Realidades
En la curva se aprende a mirar a las personas con otros ojos, sin prejuicios, ni aberraciones, donde se aprende a escuchar historias, verdades, locuras, reales, crudas, sin juicios, ni culpas; hay quienes llegan con ansías de una cerveza para calmar la sed, escuchar música, reírse con amigos o conocer gente, para otros es un espacio para fumar como para Carolina quien percibe el sitio como una zona libre, aunque con un ambiente pesado, al sentir la energía un poco densa, pero viéndolo como un lugar donde se puede ser libremente sin necesidad de caretas.
El desfile
Bantú se ha transformado a lo largo de los años, pero no sólo visualmente, sino también por quienes visitan sus calles, se ve caminar con tranquilidad a quienes con osadía están llenos agujeros y tatuajes por todo el cuerpo, algunos con prendas llenas de taches, predominando el color negro en sus atuendos. Es que la diversidad es lo que más se destaca del lugar, además del pensamiento como lo manifiesta Ozzy, “la curva” logró reunir a punkeros, rockeros, metaleros y hasta quienes se mueven al compás del reggae, interactuando entre sí, compartiendo, convirtiéndose en un pequeño mundo que acoge a todos, donde emergen subculturas.
Para Carolina no es indiferente, ha interactuado con personas de distintas clases sociales, desde intelectuales, docentes, estudiantes y hasta “niñitos”, refiriéndose a quienes apenas empiezan la vida. Bantú lugar de “locos” y desadaptados, de la vida, del trabajo, de la familia. Bantú, lugar que acoge personas como tú, como yo, quizás con las mismas intenciones, ganas, o miedos; un lugar que deja ver lo que hay en el alma.
Metamorfosis
El ambiente se transforma sutilmente, las vibras cambian al pasar las horas con el olor del vino, al fondo se escucha un clásico de rock en español en uno de los bares oscuros más conocidos, Albar, donde se preparan para recibir la noche. Unos salen de la universidad con la intención de relajarse, pasar un rato agradable solos o acompañados, o con la intención de conocer caras nuevas, otros prefieren sentarse en las aceras, comprar grandes cervezas o botellas de vino en las licoreras, mientras están los que se sumergen en alguno de los bares que se encuentran a lo largo o alrededor del lugar, dependiendo su gusto musical.
Es un lugar para un público selecto, según Carolina, una de sus visitantes que explica bajo qué circunstancias invitaría a alguien a departir allí: “Lo invitaría si es una persona fuerte de mente, que la conozca, lo invitaría a tomarse unos shots de tequila a Albar, quizás lo invitaría a tomarse dos cervecitas en el barcito de Mariana y parchar un ratico ahí, pero dos cervecitas porque uno se aburre ahí, y luego venir a Albar a tomarse unos shotcitos de tequila y chao pa’ la casa o pa’ otro parche”. Con el paso de las horas, en el ambiente se siente un olor misterioso, peculiar; olor que seduce e invita a fiesta, porque los aromas del lugar incitan a desinhibirse, tal vez porque en Bantú persiste el instinto y los impulsos atacan, al punto de perder la razón.
Las noches son brutales después de las 12, comparte Ozzy, dice que sobre todo ocurre en semana, porque es donde se ven muchos “locos”, la personificación de lo que a él más le gusta del lugar: la efusividad. “…Hay mucho pensamiento con furia, esa furia representa lo del alma de las personas y es brutal, mejor dicho, es una retrochimba”, explica Ozzy.
Para muchos, tal vez pueden ser actos de locura, perversión o incluso decadencia, pero la verdad es que siempre será un espacio tan humano como real, de noches candentes y efímeras, para explorar, sentir, curiosear, danzar con calma, o bailar delirando entre poetas, filósofos, excéntricos y “locos”, con alcohol, vino o cigarros, sintiendo por un instante, que al final quien decide dejarse atrapar eres tú.
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