Trincheras culturales: los cineclubes en Medellín 

Por: María Alejandra Puerta Castrillón

30 marzo, 2025

En Medellín, una ciudad donde las grandes empresas del entretenimiento dominan la oferta cinematográfica, los cineclubes persisten como refugios escondidos para la comunidad cinéfila y la cultura audiovisual.  Pero ¿qué mueve a estos espacios a seguir proyectando películas en un mundo donde la cultura cinéfila cada vez es más escasa?

Foto Noah Cano Yepes

Una historia que trasciende

1996, Universidad de Antioquia. En un ambiente dominado por el deseo de aprendizaje y las inquietudes sobre la cultura, nació el Cineclub Pulpmovies, una propuesta impulsada desde la Facultad de Idiomas, del Alma Mater.  Wilson Montoya, uno de los principales miembros y quien dirige las actividades del club en la actualidad, cuenta que Pulpmovies nació como una manera de hacer pedagogía con películas a partir de la realización del cine.  

“Llegó un momento en que esto se desbordó, hubo mucha acogida porque se estaban moviendo un tipo de cine que no se estaba viendo para la época de los años 90, era mucho cine contemporáneo. Trascendió a la Escuela de Idiomas y se dio la oportunidad de que recién fuera inaugurado el Auditorio Luis Alberto Álvarez”, expresó Montoya.

Edificio San Ignacio de la UdeA. Foto Noah Cano Yepes.

Así mismo, explicó que uno de los impulsos para formar el cineclub fue salirse de aquel cine clásico que se proyectaba repetidamente en otros clubes, era una especie de acto de rebeldía que los llevaría a proyectar más bien el cine independiente, enfocándose en cine latinoamericano y africano, una apuesta por el cine anticlásico. 

Fue así que la tarea de Pulpmovies fue descubrir autores poco conocidos, así como reunir la obra de aquellos que han sido eclipsados por el cine comercial.

“Para la época, estábamos descubriendo a Abbas Kiarostami, con cine del Lejano Oriente; a la familia Malba, estábamos descubriendo a John Carnay, a Michael Haneke, así como una cantidad de autores que ya son de culto y son muy conocidos, pero que para la época no lo eran. Nosotros fuimos los que empezamos a mostrarlos en nuestro ámbito”, afirmó Montoya.  

Estos espacios en la ciudad son más que nichos para el entretenimiento casual, son crisoles de cultura y conocimiento, lugares donde se reúne todo tipo de gente para acceder a cine que usualmente no es visto por la población general. Lugares que mantienen la historia y la obra de aquellos que suelen ser eclipsados por el cine comercial o que han sido censurados por los prejuicios sociales o porque se consideran demasiado especializado, que no serán exitosos y eso en el mercado comercial es que no venda entradas. 

Por su parte, Mateo Valencia, docente universitario y quien imparte la materia de “Guion” dio su opinión con respecto a la importancia de estos espacios: 

Entre ladrillos y juicios

De acuerdo con una investigación realizada por Víctor Bustamante, en el blog Neonadaismo 2011, el primer Cine club de Medellín fue fundado el 10 de junio de 1951 por Camilo Correa, crítico de cine y empresario colombiano y por Darío Valenzuela, en el Teatro María Victoria, ubicado en el centro de la ciudad. La primera función fue “La favorita del puerto” o “La Marie du Port”, de Marcel Carné

Panorámica de Medellín. Gabriel Carvajal, 1971.
BPP, Memoria Visual de Medellín. 1951.

Sin embargo, en la época de los cincuentas el país no era laico y era regido -en gran parte por la iglesia- por ende, esta tenía el poder para decidir acerca del contenido qué se podía difundir a la población. Es de esta forma que el Cineclub de Medellín fue cerrado el 25 de julio del mismo año debido a la presión que ejerció la Curia, impulsado por el padre Fernando Gómez Mejía, según Bustamante.  

“El cineclub no es para ver cine sino para aprender a ver cine”, fue una de las afirmaciones que en su momento realizó Correa en medio de un debate con la Curia para que le permitiera reabrir el cineclub. Bustamante explicó que sus fundadores tuvieron que idear una estrategia para presentarles una película a las autoridades eclesiásticas y, de esa forma, reabrir el club sin que recayera sobre sus exhibiciones la sentencia de que era algo inmoral. 

Con los años, el cine tuvo de competencia a la TV y la flexibilización de las normas de exhibición permitió que ya no se persiguieran a los promotores, pero tampoco había mucho público interesado. Universidades, grupos juveniles y hasta parroquiales mantuvieron la cultura cinéfila, pero no tuvo el impacto de otras épocas.

Las trincheras culturales de la ciudad

“Consideramos que el cine es un mecanismo de concientización bastante fuerte”, afirmó Andrés Cadavid, uno de los principales miembros del Cineclub Utopía en la Universidad de Antioquía, un espacio plenamente dirigido por estudiantes y abierto a todo tipo de público. 

Nacido en e1998, El Cineclub Utopía ha sido creado como un nicho de creación de conciencia alrededor de la política y temas socioculturales. Los ciclos se eligen por temas coyunturales, Cadavid explicó que actualmente se busca darle importancia al cine hecho y que habla de la situación violenta que padece Palestina, para hacer difusión y evidenciar el genocidio que se está cometiendo en aquel país.

Cineclub Utopía Latinoamericana, Instagram 2025
Cineclub Utopía Latinoamericana, Instagram 2025

“Por lo general lo que tienden las industrias cinematográficas es a transformar la realidad y acomodar la realidad a lo que ellos quieren que nosotros veamos. Esa es una de las intenciones que tiene Utopía, la contrahegemonía a través del cine”, expresó Cadavid. 

Los cineclubes de Medellín persisten en la actualidad pese a la escasez de su difusión y la cultura del entretenimiento fugaz y comercial. Son trincheras de resistencia cultural, de ir contra lo establecido, universos para propiciar la reflexión, la pedagogía y el debate, donde el cine se convierte en herramienta para desafiar lo establecido y crear nuevos pensamientos, un medio para cuestionar y recordar que hay otras historias que también tienen lugar en la pantalla.

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