Las otras “semanas” santas: el lenguaje universal del espíritu

Las otras “semanas” santas: el lenguaje universal del espíritu

5 de mayo, 2025

Por: Isabella Correa Pulgarín

La Semana Santa es, para los católicos, no es solo una serie de rituales ni una tradición que se hereda sin cuestionar. Es el corazón mismo de la fe cristiana, el momento en que se revive el misterio más profundo: la Pasión, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret. En esa semana es donde se condensa el drama humano por excelencia que es el sufrimiento, el abandono y la justicia; pero también un desenlace más luminoso: la resurrección. Es una historia que toca a todos, creyentes o no, porque nos haba de la posibilidad de redención en medio del caos.

Cada día tiene su propio ritmo y carga simbólica, pero el Jueves, Viernes y Sábado Santos tienen un peso especial. El jueves se recuerda la Última Cena, ese momento íntimo de despedida, donde Jesús -de acuerdo con la tradición canónica- instituyó la Eucaristía y se hizo el lavatorio de los pies a sus discípulos, enseñando que el amor verdadero se expresa sirviendo. El viernes, en cambio, es el día del silencio, del luto, de la cruz. La Iglesia se despoja de adornos, no hay misa, solo el relato de la Pasión y la adoración de la cruz y, el domingo, se celebra la Pascua y la resurrección de Jesús. Estos tres días llamados el Triduo Pascual son un llamado a confrontar nuestro propio dolor, a recordar que la fe también se forja en el vacío y en la pérdida.

“El Triduo Pascual es como una misa o celebración eucarística que se comienza el jueves en la Ultima Cena y termina el sábado en la Vigilia Pascual. Aquí es cuando se celebra cuando Jesús instituye la Eucaristía y les lava los pies a sus discípulos en la última cena y ahí ya inicia todo el proceso de la Pasión de Jesús. Por ejemplo, cuando se sale el jueves de la eucaristía no se da la bendición de despedida, sino que queda abierto y quedamos en silencio por toda la Pasión de Jesús; ya el viernes a las tres de la tarde es la adoración de la cruz por la muerte de Jesús y esa liturgia de la palabra y momento de comunión es demasiado importante porque hace parte del triduo pascual. Y el sábado pasamos todo el día en silencio hasta la noche que se hace la vigilia que es donde Jesús resucita. Ya con esto decimos entonces que el triduo pascual se compone de misa de la última cena, de la adoración de la cruz y de la vigilia pascual”, afirmó Santiago Montes, Vicario de la iglesia La Inmaculada.

En un mundo atravesado por conflictos, ansiedad y divisiones, el mensaje de esta celebración sigue siendo revolucionario: perdona a quien te hiere, no te aferres al poder, cree en la vida más allá del sufrimiento. La resurrección no es solo un evento religioso, es una forma de ver el mundo: como un lugar donde siempre es posible empezar de nuevo, incluso después del fracaso, la muerte o la traición.

El padre Montes comentó que, además, la Semana Santa no se vive en soledad. Este tiempo es para estar en comunidad, es de encuentro y de fe compartida. La comunidad se convierte en un lugar donde se acompaña el dolor, se vive la esperanza y se celebra la nueva vida que trae la resurrección. Adicional a esto, se vuelcan en una experiencia colectiva: organizan procesiones, decoran iglesias, cantan, oran y, en muchos casos, sirven a los más necesitados.

Ramadán, el ayuno que alimenta el alma

En el Islam, el Ramadán es mucho más que abstenerse de comer o beber durante el día. Se conmemora en el noveno mes del calendario lunar islámico y se vive como un tiempo de purificación espiritual, autocontrol y acercamiento a Dios (Alá). Para 2025, se celebró del 1 al 30 de marzo. Los musulmanes practican el ayuno (sawm) desde el amanecer hasta la puesta del sol, en un acto que va más allá del cuerpo: es una forma de limpiar la mente y el corazón de distracciones mundanas y reconectarse con lo esencial.

Para los musulmanes, el llamado a la oración es lo más bello que se puede hacer con palabras.

Durante el Ramadán, cada acto cotidiano adquiere un sentido espiritual más profundo. Las oraciones se intensifican, se recitan suras (versículos) del Corán con mayor devoción y las noches se llenan de encuentros comunitarios para compartir el iftar (la comida con la que se rompe el ayuno). Esta celebración también pone un fuerte énfasis en la caridad: es tradición dar a los más necesitados, recordando que el sufrimiento del otro también es el propio.

“El Zakat al-Fitr es un zakat (aporte, limosna) obligatorio que se da después del Ramadán para todos, sea rico, sea pobre. Cada uno da una medida que estipulan los sabios. Aquí este año fue $15.000 pesos o 3 kilogramos de grano. Ya cada uno decide cuál de las dos donaciones elige brindar”, dijo Yusuf Sandoval, musulmán, residente en Medellín.

Al igual que en la Semana Santa, hay un componente de sacrificio personal en el Ramadán, pero este no se vive con tristeza, sino con alegría contenida. El esfuerzo físico del ayuno es una especie de ofrenda diaria que fortalece la disciplina y el espíritu. Al finalizar el mes, se celebra el Eid al-Fitr, una gran fiesta que marca el final del ayuno y el comienzo de un nuevo ciclo con el alma más ligera.

En el fondo, el sagrado Ramadán representa un llamado a vaciarnos para poder llenarnos: dejar de lado lo superficial, lo material, lo inmediato, para centrarse en la gratitud, la empatía y la presencia. En ese sentido, no está tan lejos del mensaje de la Semana Santa. Ambas son invitaciones a hacer silencio, a mirar hacia dentro, y a salir del otro lado con una visión más clara de la vida.

Yusuf también añade que el Ramadán se caracteriza por ser un mes en que se muestra la solidaridad tanto entre musulmanes y no musulmanes porque en este mes se invita a comer. Hay un mes que se llama el mes del Shawwál en el cual el profeta Muhammad dijo que si se ayunaba seis días en ese mes es como si se ayunara todo el año. Si bien no es lo mismo que el Ramadán, cuenta como un ayuno completo del año y se invita a comer a personas tanto practicantes de la religión como los que no.

Si alguna vez quieres acercarte un poco más a la cultura islámica desde lo cotidiano, en Medellín hay un restaurante de comida árabe llamado Assalam, que ofrece una experiencia auténtica del Medio Oriente a través de sus sabores, su ambiente y su hospitalidad. Es una forma deliciosa de conocer más sobre esta cultura milenaria que, como el Ramadán, nos recuerda que los sacrificios momentáneos que se necesitan para entrar en comunión con la divinidad.

Janmashtami: alegría divina y conexión espiritual

El movimiento Hare Krishna –rama del Vaisnavismo dentro del hinduismo– celebra una de sus festividades más importantes denominada el Janmashtami: el nacimiento de Krishna. A diferencia del tono solemne de la Semana Santa o del recogimiento del Ramadán, Janmashtami es una fiesta llena de color, música y alegría. Sin embargo, también es un momento profundamente espiritual que mezcla celebración con introspección. En 2025 será el sábado 16 de agosto.

Mahaprabu das, fiel al movimiento Hare Krishna comentó que el significado de la palabra Janmashtami es: Janma (nacimiento) y Shtami (octavo día), por lo que Krishna nace en el octavo día después de la luna llena (enre agosto y septiembre en el calendario Occidental).

Durante esta festividad, los devotos practican ayuno, entonan mantras -especialmente el maha mantra Hare Krishna– y participan en kirtans, que son cantos devocionales en comunidad. La energía es festiva, pero no superficial: es un júbilo que nace del amor hacia lo divino. Se decoran templos con flores y luces, se recitan las historias de Krishna y, en muchos lugares, se representan escenas de su nacimiento y juventud.

Así como en el cristianismo la figura de Jesús simboliza la compasión, el sacrificio y la entrega, Krishna representa la divinidad que se manifiesta en el amor, la alegría y la conexión con la naturaleza y los demás seres vivos. Janmashtami es, en cierto modo, un recordatorio de que lo sagrado también puede ser alegre, lúdico y comunitario. Que celebrar lo divino no tiene que ser solo ayuno y silencio, sino también danza y canto compartido.

Aunque a primera vista el Janmashtami parece muy distinto a la Semana Santa o al Ramadán, en realidad comparte con ellas una idea central: el deseo de acercarse a lo trascendente, de dejar por un momento la rutina para recordar lo que somos en esencia. Cada tradición tiene su lenguaje, sus símbolos y sus emociones. Pero en todas hay un mismo latido espiritual que las conecta, más allá de credos y geografías.

Al final, lo que revelan estas fiestas sagradas es que, aunque cada religión tenga su propio lenguaje, sus tiempos y símbolos, todas comparten una misma búsqueda: reconectar con lo divino, purificar el alma y vivir en comunidad. Ya sea a través del silencio, el ayuno, el canto o la celebración, esas tradiciones nos invitan a detenernos, a mirar hacia adentro y a recordar que hay algo más profundo que nos une por encima de las diferencias: el deseo humano de encontrar sentido, luz y paz en medio del caos que a veces representa el mundo físico.

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