La verdad detrás de la muerte de Cristo
Por: Noah Cano Yepes
5 mayo, 2025

La piel se le desgarraba con cada golpe. Su alma moría lentamente con cada humillación. El sol ardía sobre su rostro ensangrentado, y la multitud gritaba, ajena al colapso que se le avecinaba a aquel hombre.
Durante estas fechas, millones de personas en el mundo celebran la Semana Santa, la Pascua y el Dia de la Santa Cruz , en conmemoración de la vida y la muerte de Jesús de Nazaret, quien, según la tradición, su muerte se dio para la salvación de la Humanidad y el perdón de los pecados del mundo.
Ahora bien, dejando de lado las creencias tras la muerte de Jesús de Nazaret, ¿Cómo podríamos ver desde la ciencia su padecimiento y muerte? ¿Qué procesos físicos y biológicos atravesó el cuerpo del nazareno hasta expirar su último aliento?
SEXTANTE DIGITAL decidió abordar este hecho con el fin de comprender el lado humano de uno de los hechos que más han conmovido a la humanidad y que -literalmente- partió la Historia en dos.

Iván Oviedo, Hermano Lasallista y profesor, explicó que durante el dominio del Imperio Romano en regiones como Palestina (llamada Judea, Arabia Pétrea y Siria), donde influían en los credos existentes (judíos, griegos, asiáticos), las crucifixiones se usaban como castigo ejemplar para quienes se oponían al sistema, con el fin de infundir miedo y reafirmar el respeto al poder imperial.
Bajo esas circunstancias, Oviedo afirmó que “Jesús fue condenado porque, al ser preguntado si se consideraba rey y evadir la respuesta, se interpretó como una afirmación implícita. Al considerarse a sí mismo al nivel del emperador, se le vio como una amenaza política, siendo una de las razones para su ejecución según las leyes romanas”.
Teniendo este contexto histórico claro, se puede pasar al punto de ¿qué es lo que pasa con el cuerpo humano durante la crucifixión? Se debe de tener en claro que todos los estudios médicos con los que se trata de explicar la muerte de Jesús están basados -principalmente- en los relatos bíblicos y en evidencia arqueológica, por lo que, al no tener un cuerpo físico qué estudiar, las causas de su muerte son únicamente teóricas.
Flagelación
Juan 19:1-25: “Entonces Pilato mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo. Los soldados armaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto púrpura. «¡Viva el rey de los judíos!», se burlaban de él mientras lo abofeteaban”.
La flagelación era un paso indispensable antes de cualquier ejecución en la Antigua Roma. La víctima era despojada de sus ropas y atada a un pilar bajo, con la espalda arqueada, de manera que los golpes fueran más dolorosos. Quienes ejercían el castigo golpeaban sin compasión ni misericordia alguna.

El instrumento más común utilizado era un azote corto, conocido como flagrum o flagellum, que contaba con varias correas de cuero. Usualmente se le añadían pequeñas bolas de hierro o fragmentos de huesos de ovejas, aumentando así el sufrimiento en la víctima.
Según el médico cirujano Rubén Darío Camargo, subdirector de la Red Nacional de Trasplantes y Bancos de Sangre, en su artículo Fisiopatología de la muerte de Jesucristo, el proceso de flagelación que sufrió Jesús pudo haber causado daños físicos devastadores.
“Cuando los soldados azotaban repetidamente y con todas sus fuerzas las espaldas de su víctima, las bolas de hierro causaban profundas contusiones y hematomas. Las cuerdas de cuero con los huesos de oveja desgarraban la piel y el tejido celular subcutáneo. Al continuar los azotes, las laceraciones cortaban hasta los músculos, produciendo tiras sangrientas de carne desgarrada. Se creaban las condiciones para producir pérdida importante de líquidos —sangre y plasma—. Hay que tener en cuenta que la hematidrosis (condición rara donde la piel suda sangre, generalmente como respuesta a situaciones de estrés o miedo extremo) había dejado la piel muy sensible en Jesús”, afirmó en el artículo.
Su camino al Gólgota
Juan 19:16-17: “Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo mataran en una cruz, y ellos se lo llevaron. Jesús salió de allí cargando su propia cruz, y fue al lugar llamado Gólgota, que en hebreo significa «Lugar de la Calavera»”.
Según los escritos, Jesús era un hombre madrugador, se levantaba temprano para hacer oración. Por ende, es probable afirmar que en la mañana del día en que tuvo lugar la última cena, también se levantó temprano. Teniendo esto en cuenta, desde aquella mañana hasta el momento de su muerte, Jesús habría estado despierto aproximadamente durante 36 horas seguidas.

Debilitado y con agotamiento extremo, Jesús fue obligado a llevar una carga de aproximadamente 136 kilos y caminar unos 650 metros hasta el lugar donde sería crucificado.
Según un estudio publicado en The Journal of the American Medical Association (JAMA), el estado físico de Jesús era tan grave luego de la flagelación que no pudo cargar el madero de la cruz hasta el Gólgota. La investigación médica concluye que las heridas provocadas por el castigo, junto con la pérdida de sangre y el agotamiento extremo, generaron un cuadro de shock hipovolémico y asfixia por agotamiento, lo que explicaría la rapidez de su muerte en comparación con otros crucificados.
Crucifixión
Lucas 23: 33-34: “Y cuando llegaron al lugar llamado de La Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios”.
De acuerdo al artículo Datos médicos de la Pasión de Jesús de Nazaret, publicado por la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, en 2022, la crucifixión se llevó a cabo con una técnica precisa y dolorosa.

Jesús fue clavado por las muñecas, no por las palmas, ya que solo así los clavos podían sostener el peso del cuerpo sin desgarrarse. Estos atravesaron zonas con terminaciones nerviosas importantes, como el nervio mediano, lo que provocó un dolor agudo y parálisis parcial. En cuanto a los pies, ambos fueron atravesados con un solo clavo, uno sobre otro, forzando una torsión de las piernas que intensificaba el sufrimiento.
Para respirar, Jesús debía impulsarse apoyando el peso de su cuerpo sobre los pies clavados, generando heridas, fricción con la madera y un esfuerzo físico casi imposible de sostener. Esta mecánica respiratoria, limitada por la posición forzada del cuerpo, provocaba la acumulación de dióxido de carbono en los pulmones y reducía la oxigenación, llevando, finalmente, a un colapso respiratorio, circulatorio y cerebral, que causó la muerte.
El misterio de la Santa Cruz
En mayo los fieles católicos conmemoran el Día de la Santa Cruz, como muestra de respeto al artilugio de castigo romano que terminó siendo elegido como símbolo de los cristianos.
Desde el principio, no se sabe cómo fue la cruz en que falleció Jesús, pues parece que había varios modelos y estilos usados por los romanos como castigos.

La imagen tradicional es cruzada por un travesaño más pequeño que el vertical. Uno de los modelos, el reo cargaba el palo horizontal (patibullum), el cual era colgado del vertical (stipes). Por eso formaba la tradicional + larga. Otra teoría era que Jesús no fue clavado a un patibullum sino que fue colgado con los brazos encima de su cabeza. Esa imagen es aceptada por algunas corrientes cristianas protestantes.
Un modelo menos conocido es la cruz en forma de T, en la cual el reo pasaba sus brazos por el horizontal, añadiendo más incomodidad y dolor.
Por último, una de las primeras versiones fue la que se originó en una cruz en forma de equis, que son la unión de las letras X (ji) y P (rho), de la versión en lengua griega koiné (o vulgar) de Christós (el ungido) y que conforman el llamado Crismón, que es en forma de X y P juntas, reemplazando la formada por la letra tau (+) latina.



Por último, sea la forma que sea, lo cierto es que no hay personaje en la Historia de la Humanidad más importante que aquel hijo de un carpintero que, en una esquina olvidada del Imperio Romano, murió para los hombres y renació como esperanza de reconciliación, tolerancia y amor entre los humanos. Mensaje que, en el mundo actual, parece olvidado.