El fuego joven que mantiene viva la fe
5 de mayo, 2025
Por: Evelyn Dayana Jiménez Gallego

En una época donde muchos jóvenes parecen distantes de la espiritualidad, hay quienes deciden caminar en sentido contrario. Mientras otros se dejan llevar por la rutina o el entretenimiento, ellos escogen el camino del servicio, la comunidad y la fe. Así lo han demostrado decenas de jóvenes que, durante la Semana Santa, no solo asisten a las celebraciones, sino que las viven, las preparan y las transforman. El recién fallecido papa Francisco, en múltiples ocasiones, ha recordado a la Iglesia la importancia de abrirle espacio a la juventud:
“Queridos jóvenes, ustedes no son el futuro de Dios, ustedes son el ahora de Dios. Él los llama a iluminar el presente con sus sueños”, dijo en una homilía.
Esta “llamada” se encarna en grupos como Lectus, donde los jóvenes no son simples espectadores de la liturgia, sino verdaderos protagonistas.
Alejandro Botero, coordinador del grupo juvenil Lectus, explica que el papel de los jóvenes en Semana Santa va mucho más allá de lo visible:
“Los jóvenes cumplen funciones diversas: cargan las imágenes, apoyan la logística, leen, cantan, acompañan como acólitos… pero también son quienes, con su energía, permiten que todo se realice de forma viva y significativa. Son la nueva generación que en algún momento tomará el liderazgo total de estas celebraciones”.
Ese liderazgo no se limita a una parroquia. En distintas comunidades del país, los jóvenes han sido el motor que mantiene viva la tradición de la Semana Santa, dándole un rostro renovado, alegre y auténtico. Valentina Mariño, cirinea en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, de Itagüí, dice:
“Es algo muy valioso e importante. Más que ver una procesión, es darme cuenta de que así como Dios vivió días difíciles, en mi vida también pasan cosas duras. Esto me conecta con Él de una forma real”.
Durante la Semana Santa, muchos grupos juveniles no se limitan a ayudar en lo logístico. También participan en espacios de formación y encuentro, como la Pascua Juvenil, que se celebra en varios lugares del país. En la parroquia de Alejandro, por ejemplo, se vive durante los tres primeros días de la Semana Santa (lunes, martes y miércoles), y está abierta tanto a miembros de grupos como a jóvenes nuevos que deseen acercarse a Dios.
“Allí vivimos con intensidad la pasión, muerte y resurrección de Cristo de forma práctica y reflexiva. Les damos a los jóvenes lo que quieren música, integración, alegría pero unido a lo que necesitan: a Dios”, señala Botero.

Manuela Calad, integrante activa de Lectus, lo describe como un refugio:
“Es una energía hermosa. Para mí, el grupo juvenil ha sido un lugar al que recurro cuando tengo problemas. Me ha permitido acercarme más al Señor, conocerlo y sentirlo presente incluso en mis actividades diarias”.
El Papa Francisco ha insistido en que la fe no es incompatible con la alegría ni con el entusiasmo juvenil. En un viedeomensaje a los jovenes de la archidiócesis de Madrid les dijo:
“Un joven que está quieto es un viejo muerto. Tengan coraje, vayan adelante, muévanse”
Una juventud que elige a Dios
La Semana Santa también representa un momento de contraste con muchas de las realidades que hoy vive la juventud. Para Manuela Marulanda, también miembro de grupo juvenil, lo que más la impacta es ver cómo muchos jóvenes aún escogen a Dios en medio de un mundo que ofrece caminos oscuros:
“Lo que más me gusta de estas fechas realmente es ver a tantos jóvenes. Porque muchos piensan que estar en la iglesia es algo aburrido, que es una obligación. Pero no, Dios es amor, es estar con tus amigos, es ayudar a los demás. Dios también está en la Eucaristía, que es tan necesaria.
Los jóvenes ahora no buscan de Dios, se enfocan en los vicios, en las fiestas, en cosas que nos alejan de Él. Por eso pasan tantas cosas trágicas: asesinatos, violaciones… y por eso me impacta tanto ver cómo aún hay jóvenes que eligen a Dios”.
Este testimonio resuena con la realidad que el mismo papa Francisco denunció: la soledad, el vacío y la desorientación que muchos jóvenes sienten en una sociedad que les vende felicidad instantánea, pero no les ofrece sentido. Frente a esto, la comunidad eclesial se convierte en un faro.

Para muchos jóvenes, participar activamente en Semana Santa no solo es un deber, sino una experiencia profundamente transformadora. Juan José Beltrán, líder de acólitos y miembro del grupo juvenil, lo expresa con una espiritualidad intensa:
“Significa sentirme amado por quien me sabe amar. Un Cristo joven, un Cristo amigo, un Cristo que puedo encontrar en el otro y también en la liturgia. Me fortalece la fe porque me ayuda a resucitar junto a Él, a transformar lo malo en mí y poner mi vida al servicio de los demás”.
Esta dimensión espiritual no es exclusiva de líderes o coordinadores. Jóvenes de todos los niveles se sienten tocados por lo que viven en estos días. Valentina afirma que su fe se ha fortalecido al saber que “Dios siempre está ahí, incluso cuando el mundo ofrece mil cosas distintas”.
¿Qué buscan transmitir los grupos juveniles en Semana Santa? Más que una catequesis formal, el objetivo es que los jóvenes experimenten el amor de Dios a través de la vivencia misma. Que vean en Cristo no solo una figura histórica, sino un compañero de camino actual.
Botero lo resume con contundencia: “Queremos que los jóvenes entiendan que están llamados al servicio, que no son el futuro, sino el presente de la Iglesia. Que el Cristo resucitado vive en ellos, en sus ganas de transformar, de servir, de vivir una fe alegre y auténtica”.
Juan José lo confirma con esperanza:
“La juventud merece experimentar ese amor pleno de Dios. Tenemos sed de Él, y solo abrazando nuestras cruces, y resucitando con Él, podemos alcanzar la mejor versión de nosotros mismos”.
En un mundo que a menudo presenta a los jóvenes como desinteresados o frágiles, la Semana Santa nos muestra otra cara: la de una juventud comprometida, alegre, servicial y profundamente creyente. Jóvenes que abrazan la cruz no como símbolo de tristeza, sino como camino de esperanza y transformación. Jóvenes que, como decía el Papa, “no vinieron al mundo a vegetar, sino a dejar huella”.
Y esa huella ya se está marcando. En las calles, en los templos, en los grupos, en los cantos y en cada procesión. Son ellos, los jóvenes, quienes hoy sostienen el peso de las imágenes, de los rituales y de la fe misma. Y no lo hacen por tradición o por obligación, sino por convicción.
Porque saben que no hay amor como el de Dios. Y porque han entendido que, como también dijo el Papa,
“Jesús no se queda en la tumba. Vive, y los quiere vivos”.


