Por: Estefanía Orozco Pavas
Las labores del campo para algunos pueden ser de desagrado pero para otros es de vocación y pasión.
Roza los dedos de ambas manos y se mese en su silla de oficina que rechina al moverse. En frente de él está un arrume de documentos llenos de números. Su monitor está encendido y se aleja de él por un momento para contar su experiencia como agricultor. Comienza diciendo “queda muy poquita gente con quién trabajar el campo y producir alimentos”, expresa Diego Peña González, contador público de profesión quien decidió invertir en la agricultura por hobby.
Las labores del campo para algunos pueden ser de desagrado pero para otros es de vocación y pasión, como lo dice Peña. Cuenta que hace dieciocho años se graduó de la Universidad de Antioquia, comenzó a ejercer como contador en la Licorera de Antioquia y posteriormente se vinculó a la empresa Colanta durante siete años y se retiró para trabajar como independiente. Fue ahí donde decidió invertir en el campo. Inicialmente lo hizo para descansar pero luego, relata, que le fue cogiendo cariño.
Caso distinto es el de Jhon Fernando Castro Gil, un joven de aproximadamente veintiséis años de edad que tiene una tecnología del Sena en Administración de Empresas Agropecuarias, pero decidió trabajar en el campo para adquirir experiencia que le permita más adelante ejercer su profesión con un mejor conocimiento. Actualmente es administrador de cultivos de papa y aunque manifiesta que no ha tenido pérdidas severas dice que en unos años se retirará del trabajo físico y ejercerá su técnica.
“El campo se está volviendo muy duro de trabajar, cada día las enfermedades y plagas están acabando con los cultivos y son incontrolables; esto hace que a la hora de la cosecha sean más las pérdidas que las utilidades”, comenta Castro mientras se pasa una mano por la cabeza y a la vez la agacha. Continúa diciendo que es una de las razones por las cuales muy seguramente abandonará pronto esas labores y, aunque no dejará la línea agrícola, sí comenzará a trabajar en una empresa donde el sueldo, por lo menos, sea fijo.
El agro es fundamental en la economía
En la zona norte del departamento de Antioquia, la economía de los municipios depende casi en un 90% del sector agropecuario según datos entregados por la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria y Ambiental (Umata) de San Pedro. Oscar Gallo Roldán, director de ésta, hace énfasis en que su labor consiste en brindar asistencia técnica a los agricultores del municipio.
La Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) lanzó seis propuestas a finales del año 2014 con el fin de mejorar, estas fueron: Presupuesto y asignación, tierras y seguridad jurídica, investigación y transferencia de tecnología, comercio internacional, fortalecimiento institucional, infraestructura.
El gobierno nos tiene muy abandonados y los políticos sólo prometen, es la opinión de Luis Orozco García, campesino agricultor. Por su parte Peña, Castro, Gallo y Jaime Andrés Vaya, que es ingeniero agrónomo, coinciden en que el gobierno debería replantear el tema de la comercialización de los productos, y hacer centros de acopio dentro del país donde los cultivadores lleven directamente sus productos y los vendan, ya que son los comerciantes o intermediarios los que se quedan con las ganancias.
Así mismo, Gallo hace una comparación entre jóvenes del campo y jóvenes de la cuidad, concluyendo que ahora el joven campesino que tiene posibilidades de estudiar se desplaza a la cuidad buscando mejor calidad de vida, porque la mano de obra campesina es menos pagada y tiene más esfuerzo que el que ejerce una carrera universitaria. Concluye su comparación sugiriendo que, “el reto para Colombia es incentivar a que los jóvenes se queden en el campo pero que les garanticen que su trabajo va a ser remunerado de la misma manera que el de un joven de la ciudad”.
La pobreza aumenta, los campesinos se acomodan al salario
Las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), revelan que en este milenio 2.570 millones de personas dependen de la agricultura, que representa el 42% de la humanidad. Aun así, las zonas rurales muestran un alto índice de pobreza. Según datos publicados en la Revista Semana, “el índice Gini rural, que mide la desigualdad, pasó de 0,74 a 0,88 y a pesar de la falta de acceso a la tierra, el 70% de los alimentos que se producen en el país vienen de pequeños campesinos”.
Dolores Amelia Guerra es una mujer que hace diez años trabaja el campo. Ha desempeñado todas las tareas que conlleva un cultivo, desde la siembra, el aporcar, el fumigar, hasta tareas más suaves como halar manguera. Confiesa que no se vería desempeñando un oficio distinto al del campo, por el amor que le tiene y que con el sueldo que gana sostiene sus tres hijos. Añade, además, que no le asombra que muchos jóvenes se desplacen a la ciudad, ya que como debe haber gente para el campo, también la debe haber en las labores empresariales y demás.
Mauro Orozco García trabaja en oficios varios. Él no se adaptó al jornal y después de dedicar dieciocho años a labrar la tierra decidió irse a buscar oportunidades a la ciudad. A sus 30 años de edad decidió partir junto con su familia, puso una tienda de abarrotes en La Dorada, Caldas, que después de unos años le permitió tener casa propia. “Después de trece años la ilusión de que el campo me daría mejores ingresos me hizo volver, ahora estoy en Santa Rosa de Osos, Antioquia, cultivando papa, decepcionado y buscando el retorno a la ciudad donde por lo menos mantengo plata en los bolsillos y no es un trabajo tan agotador”. Además, explicó, que no está siendo rentable ser agricultor porque el valor de la comercialización no alcanza a suplir el valor de los insumos; estos últimos están a precios muy elevados que las cosechas no suplen.
Cultivos alternativos
Los cultivos orgánicos consisten en un sistema de producción de manera biológica sin la implementación de aditivos químicos. Los agricultores del sistema tradicional de siembra aseguran que “ese cuento suena muy bonito, pero nada más. Nos demoraríamos el doble para sacar una cosecha, considero que eso sólo sirve en cultivos pequeños”, afirma Castro, y coincide Gallo añadiendo que “al momento de comercializar sería muy complicado, sale más caro y los productos se pueden dañar fácilmente”. Esas son las razones por las que prefieren hacerlo de la misma manera de la que están acostumbrados.
“El campo en ocasiones da golpes duros, pero en términos generales es rentable, hay que tratar de inculcar eso en los jóvenes, pero más que lo económico es el amor que se le debe tener”. Así finaliza Peña el relato de su experiencia, “el campo es para amarlo, y hay quienes tienen la fortuna de obtener ganancias y quienes no saben cómo tratarlo y les genera pérdidas”.