Un factor para ponerle la lupa: la migración
Jóvenes habitantes de calle: realidades y riesgos de esta problemática
30, octubre 2023
En los últimos años, según la secretaría de Inclusión Social del Distrito, la cifra de jóvenes en condición de calle en Medellín ha aumentado hasta un 20 %. David Molina, coordinador del consultorio psicológico de la Universidad Católica Luis Amigó, explica que entre las causas principales por las que las personas terminan en esta situación están el consumo y abuso de sustancias, problemas familiares, y en algunos casos, enfermedades mentales de base.
La creencia que se tiene sobre la habitanza en calle es que este fenómeno urbano está influido por el consumo de drogas, pero en realidad, esto es una condición multicausal. Molina comenta que “no todas las personas que consumen una sustancia son habitantes de calle, y no todos los habitantes de calle consumen alguna sustancia” y añade que “no es que la culpa sea de las drogas, son las drogas conjuntamente con otro tipo de cosas, la delincuencia, las amenazas de conflicto armado, el desplazamiento… se juntan varias cosas y la persona es o excluida de su entorno o se autoexcluye”.
La habitanza en calle, explica Molina, compete a dos tipos de factores de riesgo: los externos, compuestos por la violencia intrafamiliar, la pobreza, el asistencialismo por parte del estado, el conflicto intraurbano, el maltrato, entre otros; y los internos, que son el abuso y dependencia de sustancias psicoactivas, la discapacidad física o cognitiva, la ruptura de vínculos familiares, sociales y la autoexclusión.
Estos elementos pueden estar presentes desde la niñez de la persona, pero es en los primeros años de juventud cuando se comienza a evidenciar este fenómeno; “el joven o se queda sin red de apoyo, o ya no tiene relación con su familia, o es expulsado de su hogar, y así comienza a crear vínculos ambivalentes en la calle, decidiendo permanecer en este estado”, comenta Molina.
Tal es el caso de Eduardo (nombre modificado para proteger su identidad), un joven de la ciudad que lleva 10 años viviendo en las calles, y quien terminó en esa situación cuando se fue de la casa porque su mamá incluyó al hogar a su nueva pareja sentimental; “él quería poner las reglas que mi papá nunca puso en la casa, entonces a mí nunca me gustó que él me mandara, y ahí fue cuando yo me tiré a la calle a los 14 años”.
A diferencia de lo que Molina comentaba sobre la permanencia en calle, ese no es el caso de Eduardo, pues él asegura que ya no quiere continuar en este estado. “Me quiero salir de la calle, quiero tener la oportunidad de estudiar, terminar mi bachillerato, quisiera tener mi casa, estoy cansado de la calle”. Sin embargo, las veces que Eduardo ha recurrido a organizaciones para que lo ayuden a salir de su condición, los resultados han sido otros: “me gustaría que llegara una persona que me lleve a una finca a trabajar, o no sé, menos a fundaciones porque ya he estado en mucha fundación y a mí no me ha servido, lo único que hacen es llenarme de medicamentos y cuando uno sale a la calle es con más ganas de consumir”.
Según una investigación en la que participó Molina en el 2018, entre los agentes de protección que pueden hacer que una persona en este estado se recupere y se reintegre en sociedad, se encuentran las redes institucionales, de familiares y de pareja, y en lo subjetivo, el factor espiritual y los sistemas de creencias. No obstante, testimonios como el de Eduardo hacen visibles las inconsistencias del sistema de apoyo de esta población.
Acciones de intervención
Centro Día es una institución social de la Alcaldía de Medellín que ofrece atención básica para habitantes de calle, en donde ingresan diariamente entre 900 y 1200 personas mayores de edad, que acceden a esos servicios voluntariamente. En la base de datos del Proyecto Habitante de Calle, del cual Centro Día hace parte, se han registrado, en lo que va del año, 2.645 personas que acceden a los servicios, de las cuales 539 son jóvenes entre los 18 a 28 años de edad.
La trabajadora social de Centro Día -a quien omitimos el nombre por sugerencia de la funcionaria-, dice que los jóvenes son los que menos acceden a esta asistencia porque “están en ese consumo tan exacerbado de sustancias que no les interesa recibir ningún tipo de atención”.
Con respecto al aumento de jóvenes en situación de calle, la trabajadora social aseguró que hacen falta recursos para que el proyecto garantice la mitigación del impacto social y la reducción en el daño del consumo de sustancias. “Es que hay un montón de lineamientos y nos tenemos que regir por eso, pero claro, uno quisiera que las condiciones fueran mejores, que tuvieran muchas cosas para hacer cosas con ellos y que hubiera un enganche para ellos ver una motivación de salir”.
El habitante en calle no reconoce ningún tipo de responsabilidad social debido al deterioro psicosocial y cognitivo, la falta de lugares propios, de vínculos personales cercanos y la carencia de habilidades sociales. Por esa razón, se les percibe como agresivos, desaseados, peligrosos, drogadictos. La estigmatización de las prácticas antisociales de esta población también imposibilitan la recuperación y la incentivación del tratamiento a quienes desean salir de la habitanza en calle. Trabajadora social Centro Día.
Por otra parte, está Chocolate pa’l Compa, que lleva trabajando con la población habitante de calle desde el 2011 ofreciendo comida cada fin de mes. En cada jornada, se acercan entre 30 y 40 jóvenes aproximadamente. Santiago Atehortúa, líder de la fundación, dice que “los habitantes de calle son tan vulnerables como nosotros, solo que ocupan el espacio público diferente”.
Atehortúa agrega que es consciente de que el asistencialismo no va a cambiar el mundo, pero “hace falta destinar más recursos en lugares como las granjas Somos Gente, donde no solo se atiende esta población, sino que ofrecen más garantías de reintegración a partir de sus intereses, porque uno sí ve que desde la Secretaría (de Inclusión) hacen cosas, pero se quedan cortas”.
Además, Atehortúa menciona que un problema detonante de esta situación que se debería intervenir por las autoridades es el microtráfico, a la vez que hacer pedagogía en el uso responsable de las sustancias psicoactivas.
Un detonante oculto
María del Pilar Messino, coordinadora del hogar Monseñor Valero Jiménez, resalta la importancia de poner atención a la población migrante de Medellín, pues ha sido una de las causas por las que la problemática está en incremento. “Hay migrantes de todas partes, están llegando casi 1500 personas diarias a las terminales de transporte, y el incremento de personas en situación de calle migrantes es abismal, y a eso nadie le está parando bolas cuando es un problema de salud pública”.
Actualmente no hay un censo con la cifra actualizada que dé cuenta del universo poblacional de habitantes de calle, pero para Messino no hace falta un dato, porque el incremento se puede ver en las calles, “el deprimido de Villa Nueva ahora es una vecindad, las personas hacen sus necesidades ahí, y la defensoría de Derechos Humanos indica que ellos son libres de hacerlo, pero mis derechos van hasta que violento el derecho del otro”.
Desde que empezó a funcionar el Hogar, Messino hace alertas en cada mesa de ciudad a la que asiste del flagelo que hay para esta comunidad, especialmente a los jóvenes migrantes habitantes de calle, “una cosa es el daño psicológico que es evidente, pero otra cosa es el choque cultural, ellos vienen y se encuentran con una selva de cemento donde ya nada se los dan gratis, y hay que entender eso para poder intervenir”. Sin embargo, sus peticiones han sido ignoradas cada vez.
Se sugiere tener un censo actualizado que abarque el universo de habitantes de calle de Medellín con la respectiva caracterización sociodemográfica, para que a partir de ello, haya un sistema integral de asistencia, prevención y recuperación de esta población.
Increíble que todo esto se pueda evitar desde el apoyo del núcleo familiar, desde las oportunidades que una ciudad brinde, desde la escucha, comprensión y dirección a un camino diferente. Que buen artículo para reflexionar y salir de si mismo para enterarse de las realidades tan difíciles por las que pasa hoy Medellín.