Jóvenes campesinos: entre el amor por la tierra y el sueño de la ciudad
Edición SEXTANTE PRENSA edición 48
15 mayo de 2025
Es paradójico, pero en el campo colombiano lo único que no se siembra son los jóvenes campesinos. En los últimos 20 años, la población rural juvenil ha disminuido, y muchos no ven en la agricultura un futuro viable. Un estudio realizado en el 2024 por CEPAL prevé que 1.2 millones de jóvenes en América Latina abandonarán el sector, arrojando que para el 2030 siete de cada diez jóvenes trabajará en el sector servicios, alejándose de empleos agrícolas y de manufactura.

La ONG Ayuda en Acción advierte que este fenómeno aumentará la precariedad laboral en la juventud. Además, el envejecimiento de la población rural, donde la mayoría de los campesinos tienen entre 41 y 64 años, pone en peligro la sostenibilidad de la producción agrícola y la seguridad alimentaria del país.
¿Tiene futuro la vida en el campo para las nuevas generaciones?
“En el campo no hay oportunidades para nosotros. Conocemos el trabajo duro y las tierras desde niños, pero también vemos las necesidades, vemos las pocas ganancias y la imposibilidad de crear una calidad de vida, he visto a mis amigos y los amigos de mis padres irse a la ciudad, por eso quiero probar en Medellín y buscar mejores ingresos y estudios para brindarle mejor sustento a mi familia”, manifestó con conformismo David García, un joven de 24 años proveniente de Alsacia, una pequeña vereda de Anserma, Caldas , que a pesar de que creció viendo a su padre trabajar la tierra, entre cultivos de café, maíz y cacao manifiesta que su sueño no está en el campo, sino en la ciudad.
Como David, miles de jóvenes campesinos deben enfrentarse ante esta decisión: seguir con la tradición agrícola de sus familias o migrar a las ciudades en busca de un futuro mejor. La falta de acceso a educación, la precariedad del trabajo agrícola y la ausencia de políticas que incentiven su permanencia en el campo han convertido esta migración en un problema estructural que amenaza la seguridad alimentaria del país.

La cifra creciente de campesinos que abandonan el trabajo en el campo deja en evidencia la gran crisis laboral que está enfrentando la agricultura colombiana. Según La Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) manifiesta que el desempleo rural es del 5.9% y a pesar de que en el 2024 presentó una mejora significativa respecto al 2023, el empleo en el campo sigue siendo una situación preocupante, presentando informalidad del 85.1%, y en la agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca es del 87.6%, reflejando la inestabilidad y ausencia de garantías sociales del sector.
A pesar de que el 70% de la oferta alimentaria del país es proveniente de estos pequeños agricultores según el Ministerio de Agricultura, muchos de los campesinos están sometidos a la pobreza, también tienen acceso limitado a servicios de salud y ausencia de seguridad pensional, lo que dificulta la construcción del proyecto de vida sostenible en las zonas rurales.
¿Por qué los jóvenes están dejando el campo?
“Para que los jóvenes decidan quedarse en el campo, es necesario que los pagos sean más justos, ya que actualmente el salario no lo es” manifestó Jorge Medina, un hombre de 54 años crecido en el campo cafetero colombiano, él aseguró que también la educación es un factor muy importante ya que ha sido muy limitada, “solo existe una escuela, lo que deja como únicas opciones asistir a ella o no estudiar”.
En cuanto a la salud, menciona que deben desplazarse hasta el pueblo, pues pocas veces se han instalado puestos de salud en la zona. Además, resalta que para lograr una verdadera estabilidad en la vida rural, es fundamental poder ser propietario de la tierra, ya que al trabajar como jornalero a destajo se vive en constante inestabilidad.
A pesar de estas dificultades, Don Jorge afirma que la vida en el campo es maravillosa. Recuerda con cariño su juventud y niñez teniendo acceso a todos los alimentos que cultivaban, lo que le permitió crecer en un entorno sano y abundante. Sin embargo, su experiencia refleja una problemática estructural que enfrentan muchas familias campesinas en Colombia:
La educación superior es uno de los grandes influyentes de esta problemática, la educación se convierte en inalcanzable para muchos jóvenes rurales. Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCV) realizada por el DANE en el 2022 arrojó que de alrededor de 40 millones de habitantes de 15 años o más el 9.2 % perteneciente a la población urbana no sabía leer ni escribir y solo el 1.8% contaban con título universitario de máximo nivel, en comparación al 11,8% de la población urbana que si poseen título universitario.
El crédito agrícola es fundamental para que los pequeños productores puedan invertir en sus cultivos, sin embargo, los bancos y entidades financieras exigen garantías difíciles de cumplir, como intereses altos y documentación que muchos campesinos no poseen. Esto limita las oportunidades de desarrollo en el campo y obliga a muchos agricultores a recurrir a préstamos informales, quedando en situaciones de mayor vulnerabilidad.
La informalidad laboral es uno de los causantes principales de la deserción laboral en el campo. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), más del 90% de las personas que viven en áreas rurales y centros poblados tienen empleos informales, lo que refleja la precariedad del mercado laboral en el campo colombiano.
Además, los conflictos armados, la violencia, el abandono estatal y la falta de inversión en las zonas rurales han agravado aún más la situación, incrementando el desempleo y acelerando el desplazamiento de las familias campesinas hacia las ciudades, muchas veces en condiciones de vulnerabilidad y pobreza.

¿Qué iniciativas propone el gobierno?
Como respuesta a esta problemática, el gobierno colombiano ha puesto en marcha estrategias con el fin de fortalecer el desarrollo rural y mejorar las condiciones de vida de las comunidades campesinas. Entre ellas, se destaca el trabajo de la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), a través de los Proyectos Integrales de Desarrollo Agropecuario y Rural (PIDAR), los cuales buscan impulsar la productividad, generar empleo y aumentar la competitividad del sector agrícola. Asimismo, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en alianza con Finagro, ha destinado más de $45.000 millones de pesos al Incentivo a la Capitalización Rural (ICR).
Este beneficio es un derecho personal e intransferible y se entrega a personas naturales o jurídicas que realicen proyectos de inversión en el sector agropecuario o pesquero, y no cubre la compra de tierras o el capital de trabajo. El ICR financia hasta el 40% de proyectos productivos, de comercialización y transformador de productos presentados por pequeños y medianos agricultores, con el propósito de facilitar el acceso a recursos y fortalecer sus capacidades productivas.
La crisis laboral en el campo colombiano se ha vuelto insostenible. La falta de apoyo estatal, los bajos ingresos y la competencia con productos importados han llevado a miles de campesinos a abandonar sus tierras. Si no se toman medidas urgentes, corremos el riesgo de convertirnos en un país donde la agricultura solo sea un recuerdo, una historia lejana contada por quienes alguna vez vivieron de la tierra.