La mujer en transición: De la maternidad obligatoria a la autonomía

La mujer en transición: De la maternidad obligatoria a la autonomía            

Por: Valery Álvarez, Yirley Graciano, Eduard Andrés Hernández y Salomé Herrera

En la actualidad, muchas mujeres están rompiendo con el ideal de la familia tradicional, eligiendo no tener hijos y cuestionando la creencia de que la maternidad es obligatoria. Esta decisión está generando debates sobre la autonomía de las mujeres para decidir sobre sus propios cuerpos y vidas, además de replantear el significado de la feminidad.

Hay varios factores que influyen en esta elección, que van desde lo económico y lo social hasta el simple hecho de no sentir deseo de ser madres. Durante mucho tiempo, el éxito de la mujer estuvo estrechamente relacionado con el matrimonio y la condición de madre. Hoy en día, muchas mujeres cuestionan esta narrativa y forman su identidad a través de la independencia, la creatividad, la gestión y la libertad.

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Gisela Roldán, una joven de 22 años, tomó la decisión en el 2024 de someterse a la cirugía de ligadura de trompas, su decisión fue alentada en enfocarse a disfrutar la vida de otras maneras. Ella desde su niñez siempre tuvo muy claro lo que quería para su futuro, y en sus planes no estaba la idea de la maternidad.

Luchas frente al patriarcado

A pesar del progreso en la lucha por ser una mujer absuelta del machismo, todavía existe una fuerte presión cultural, familiar y social sobre las mujeres que deciden no tener hijos. A menudo se les tilda de egoístas, inmaduras o traumadas. La sociedad tiende a juzgar a una mujer que, desde su decisión, prefirió su soledad a seguir el modelo tradicional o los pasos considerados moralmente correctos. Roldán exclamó: “Fue mi decisión, no veía mi vida teniendo hijos, no es algo que deseo y por eso me operé”.

Las mujeres renuncian a ser vistas como meros objetos de incubación para convertirse en sujetos autónomos, fieles a sí mismas. Decidir no tener hijos, en muchos casos, es una manera de resistir la idea de que el cuerpo de una mujer existe únicamente para la reproducción. Según el psicólogo Jorge Soto, de la Universidad de Antioquia, “bajo ese sistema de creencias religiosas y políticas, las mujeres que deciden no tener hijos se cuestionan, y se les cuestiona su feminidad, porque no están cumpliendo con el rol de género asignado, que tradicionalmente se concibe como correcto: el de ser madres”.

Desde la perspectiva del feminismo, esta elección puede entenderse como una forma de resistencia ante los sistemas que, históricamente, han encasillado a la mujer según su función reproductiva. Soto agregó: El ser mujer es un fenómeno que ha transformado la historia de la humanidad. El movimiento feminista ha redefinido lo que significa ser mujer, promoviendo la autonomía sobre el cuerpo, la libertad sexual y el cuestionamiento de roles de género, lo que ha impactado directamente en la decisión de ser madre y en la concepción tradicional de la feminidad”. 

Algunas mujeres, en su etapa adulta, toman decisiones pensando en su convicción de tener un lugar importante en la sociedad, y ese lugar no siempre implica el rol de gestar vida. Por esto, Roldán expresó: “Nunca fue una prioridad para mí, por ende, me prioricé a mí como mujer, no como procreadora de un ser vivo”.

Evolución en el rol de la mujer

Durante la Edad Media, mujeres como Eva y Lilith fueron satanizadas, simbolizando la tentación y el engaño. Fueron representadas como brujas en textos inquisitoriales como el Malleus Maleficarum, de E. Kramer y J. Sprenger, donde se advertía sobre el peligro de enfurecer a una mujer, comparándola con una serpiente.

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Como planteó la pensadora francesa Simone de Beauvoir, la feminidad no es algo con lo que se nace, sino una identidad que se construye. A lo largo de los siglos, esa construcción estuvo profundamente influenciada por la idea de que la maternidad era el destino natural e inevitable de toda mujer.

“Se está viendo que las mujeres —y, bueno, en general todas las mujeres hoy— están priorizando más el desarrollo profesional, el desarrollo laboral. También tienen en cuenta, al momento de tener hijos, otras cuestiones como la inseguridad económica, lo que implica criar hijos, y muchas de las cosas a las que estos futuros hijos podrían verse expuestos en el mundo actual”. Adriana Álvarez Moreno, médica.

Gracias al acceso a métodos anticonceptivos modernos, una mujer puede elegir cuándo, cómo, con quién y si quiere o no tener hijos. Esta capacidad de decisión representa una ruptura histórica con el pasado, cuando la maternidad no era una elección, sino una consecuencia inevitable de la actividad sexual. Álvarez indica: La anticoncepción simboliza la libertad sexual de las mujeres, al permitirles decidir no tener hijos y protegerse de enfermedades de transmisión sexual. Es un factor clave en esta autonomía, junto con la educación, que también cumple un papel fundamental.

Bienestar y patrones generacionales

Después de la pandemia, se ha ido visibilizando el autocuidado, y desde este siglo la salud mental viene cobrando una gran relevancia, demostrando que las personas sí sienten y sufren de enfermedades físicas o mentales que no alientan a la concepción. Se estima que entre el 40% y el 50 % de las personas en todo el mundo tienen una condición mental o desarrollan una que, en algún momento, influirá de forma negativa en la decisión de no querer formar una familia.

Muchas mujeres que han crecido en hogares con violencia física, emocional o negligencia parental desarrollan una visión crítica del rol materno. Algunas pueden sentir miedo de repetir modelos parentales disfuncionales, mientras que otras no quieren exponerse a nuevas vidas para convertirse en víctimas. Álvarez explicó: Las decisiones de no tener hijos están influenciadas por miedos, incertidumbres y traumas no resueltos, especialmente relacionados con el futuro profesional, lo que impacta significativamente en la disminución de la natalidad.

Haber crecido en entornos familiares marcados por la violencia, la negligencia o la inestabilidad emocional lleva a muchas mujeres a cuestionar profundamente el rol de la maternidad y la crianza. Estas experiencias no quedan en el pasado, sino que inciden directamente en la forma en que proyectan su futuro. El miedo a reproducir patrones dañinos, exponer a un hijo a situaciones similares o lidiar con sus propias inseguridades emocionales se suma a inquietudes sobre el desarrollo profesional o la estabilidad económica. 

Todo esto conforma un entorno mental complejo que influye de manera significativa en la decisión de no tener hijos, mostrando que la natalidad también está determinada por procesos internos profundos, no siempre visibles.

“Puede incidir una influencia en que una mujer decida no tener hijos para no vivir esa experiencia, ¿cierto? Puede hacer que una persona tome una actitud evitativa a ese tipo de situaciones por esa experiencia quizá traumática que se vivió. Eso sí es una posibilidad”. Jorge Soto

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