Centenario de luces, cámara y cine
El cine en Medellín ha acompañado la transformación cultural de la ciudad desde 1897, donde llegaron las primeras proyecciones itinerantes. La película “Bajo el cielo antioqueño” (1925) marcó un hito en la identidad paisa y consolidó el séptimo arte como vehículo cultural. Los teatros tradicionales, luego los cineclubes y hoy los multiplex y plataformas digitales, reflejan los cambios en el consumo. Actualmente, conviven iniciativas comunitarias, formación audiovisual y la Cinemateca Municipal como ejes de memoria y futuro. Con figuras como Víctor Gaviria y nuevos colectivos, Medellín proyecta en el cine su diversidad, modernidad y resistencia cultural.
2 de octubre de 2025
por: Diego Andrés Sierra Uribe, Sara Ramos Ríos, Alison Gutiérrez Álvarez y Sebastián Paniagua Pérez
El cine en Medellín tiene una historia tan temprana como apasionante. Según Oswaldo Osorio, comunicador social y profesor de arte y cine de la Universidad de Antioquia, la ciudad conoció el cinematógrafo apenas en 1897, un año después de su invención en Francia. Las primeras proyecciones se hicieron en teatros itinerantes como el Bolívar y el Circo España. Poco después, aparecieron salas permanentes y con ellas el ritual de “ir a cine” se convirtió en parte esencial de la vida urbana.
Uno de los hitos tempranos fue la película “Bajo el cielo antioqueño” (1925), considerada la primera gran producción de ficción en el país. Restaurada por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, esta cinta revivió recientemente en formato de cine-concierto, es una forma de recordar cómo, ya en la década de 1920, Medellín se reconocía a sí misma en la pantalla. Esta obra no solo marcó la identidad paisa, sino que también consolidó la relación de la ciudad con el séptimo arte como vehículo cultural.
Durante el siglo XX, los teatros tradicionales fueron protagonistas de la vida social. El Teatro Junín, inaugurado en 1924, fue símbolo de modernidad; el Lido, con su estilo art déco, y el Ópera, en Manrique, se convirtieron en referentes culturales. Como explica Osorio, estas salas no solo proyectaban películas: proyectaban ciudad. Eran lugares donde Medellín se veía cosmopolita, moderna y culturalmente activa.
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Con el paso de las décadas, la manera de consumir cine también cambió. En los años setenta y ochenta, los cineclubes y las salas barriales tomaron fuerza, y se acercó al séptimo arte una mirada más crítica y comunitaria. El Cine Club Medellín, creado en 1956, fue pionero en la formación de públicos cinéfilos. Posteriormente, la llegada de los multiplex en centros comerciales transformó la experiencia en un acto más privado y comercial.
Era digital
Hoy, en plena era digital, Medellín vive una paradoja interesante: la expansión de plataformas de streaming coincide con un renacer de lo comunitario. Cine al aire libre, colectivos audiovisuales en los barrios y cineclubes universitarios conviven con la oferta global. Según Osorio, lo que se perdió en ritualidad de los grandes teatros se ganó en pluralidad: el cine está en todas partes y para todos.
En los últimos años, la producción audiovisual en Medellín se ha impulsado por las tecnologías digitales y por el protagonismo de jóvenes realizadores. Un ejemplo de ello es Narrativas Ácidas, un proyecto académico que surge de la reflexión sobre el cambio de los lenguajes audiovisuales; con esto, las nuevas plataformas y espacios se amplían, generan nuevos públicos y fortalecen la participación juvenil. Como señala el profesor Rubén Morales, estos procesos no solo impulsan la formación técnica y creativa, sino que también contribuyen a la construcción de memoria cultural.
Un aspecto clave del desarrollo reciente es la formación audiovisual. En 2024, la Alcaldía de Medellín certificó a más de 500 estudiantes en habilidades cinematográficas. Estos procesos fortalecen nuevas generaciones de realizadores que entienden el cine no solo como entretenimiento, sino también como herramienta de memoria, identidad y transformación social. Se trata de una apuesta por democratizar el acceso a la producción audiovisual.
La Cinemateca Municipal de Medellín, creada hace siete años, también ha sido fundamental. Su labor en la preservación de la historia audiovisual de la ciudad permite que archivos fílmicos, fotografías y documentos no se pierdan. La Cinemateca no solo resguarda memoria, también impulsa exhibiciones, talleres y espacios de encuentro para dialogar sobre cine local e internacional. En este sentido, se convierte en un puente entre el pasado y el futuro de la producción audiovisual.
El cine hecho en Medellín ha tenido referentes de gran impacto. El director Víctor Gaviria es quizás el más reconocido: sus películas, como Rodrigo D: No futuro o La vendedora de rosas, llevaron la crudeza y la poética de la ciudad a escenarios internacionales, junto a él, colectivos barriales de los ochenta y noventa. Productoras jóvenes de hoy conforman un tejido diverso que mantiene viva la relación entre Medellín y el cine.
Simón Mesa Soto se suma a los referentes del cine en Medellín con su película Un poeta, aplaudida por la crítica internacional por su capacidad de equilibrar absurdo, tragedia y humor corrosivo. La cinta reflexiona sobre la crisis existencial de los artistas y confirma que Medellín sigue produciendo cine con impacto global y proyección en las grandes ligas.
El cine actual
Lo que marca el presente es la diversidad de contenidos. Mientras en los años setenta y ochenta predominaba el cine mexicano o las matinés en los barrios, y en los noventa las películas narraban la violencia urbana, hoy Medellín se abre a producciones independientes, festivales locales y series internacionales filmadas en la ciudad. El panorama es más amplio, plural y dinámico.
El avance del cine en Medellín refleja, en última instancia, la transformación de la ciudad misma. De los grandes teatros al video comunitario, de las primeras películas mudas a las plataformas digitales, el recorrido es también un relato de modernidad, memoria y resistencia cultural. Como señala Osorio, lo esencial es no olvidar que cada etapa constituye patrimonio, tanto material como intangible, y que en la pantalla Medellín se reconoce, se reinventa y proyecta hacia el mundo.