¿Vivir o callar? La incógnita de las periodistas en Colombia
Por: Estefanía Geney Camacho y Manuela Ospina Montoya

En Colombia, el acoso hacia las periodistas ha sido una problemática constante desde décadas atrás. Esta vulneración de derechos ha sido expuestas a la luz pública a raíz de casos como los de las periodistas, Jineth Bedoya y Claudia Morales, quienes han decidido alzar su voz y dar su testimonio en contra de los abusos, con el objetivo de hacer valer y respetar los derechos de las personas, especialmente de las mujeres.
La violencia sexual, como principal arma del conflicto armado
Esta ha sido una de las tácticas más denigrantes utilizadas por actores del conflicto armado en Colombia para controlar a la población civil. Los grupos armados al margen de la ley han recurrido a este método durante muchos años, no solo para imponer terror, sino también como una forma de intimidación política.
Según el Registro Único de Víctimas con corte al mes de abril de 2020, se reconoce a 32.092 personas como víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto, de las cuales 29.189, es decir, el 90,95% son mujeres, mientras 2.411 de los delitos fueron cometidos contra hombres y 492 contra personas con identidades de género diversas.
Conozca: El informe completo del Observatorio de mujeres
El objetivo principal de este tipo de agresión, es sembrar terror a nivel social e intentar silenciar a quienes denuncian este tipo de atrocidades; como es el caso de periodistas, particularmente mujeres, que se enfrentan constantemente a amenazas y agresiones en medio de su lucha e intento de dar voz a las víctimas. De este modo, no solo se intenta controlar al periodista de manera individual, sino también es una amenaza que trata de censurar la visibilidad de las denuncias realizadas, acerca de las injusticias que suceden en el territorio.
El caso de Jineth Bedoya es un claro ejemplo de cómo la violencia sexual puede ser utilizada para censurar el trabajo de un periodista. En el 2000, Bedoya fue secuestrada, violada y torturada mientras realizaba una investigación sobre el paramilitarismo en Colombia. El caso de la periodista no solamente fue perpetrado con el objetivo de generar agresiones físicas o psicológicas, sino que fue un mensaje o una señal de amenaza, con el fin de que las voces de los periodistas que critican a los grupos armados y se dedican día a día a revelar sus verdades, fueran callados.
Sin embargo, los grupos armados siguen operando comúnmente por la fuerza. La violencia sexual, aún es un instrumento que no solo tiene el objetivo de destruir la vida de una persona, sino también intimidar a la sociedad y afectar e interrumpir el derecho a la libertad de prensa. Aún en el año 2025, el periodismo sigue siendo un campo retador para las mujeres; aunque la Unidad Nacional de Protección (UNP) sea un garante de derechos, no hay una total confianza de que estas mujeres estén exentas de vivir casos de violencia.
Conozca qué es la: Unidad Nacional de Protección
En el campo laboral, también se vive el acoso
En 2018, la periodista Claudia Morales manifestó que fue víctima de abuso por parte de un antiguo jefe; afirma también: “La revelación de mi historia es una defensa del silencio y un llamado a entender que cada uno de quienes hemos sido abusados tenemos mundos distintos”. Su caso evidencia abusos de poder en el ámbito laboral, no solo en Colombia, sino globalmente. Denunció acoso de altos ejecutivos que vulneraron sus derechos. Esto refleja una cultura de impunidad y destaca la urgencia de políticas que protejan a los periodistas, especialmente a las mujeres.
Basadas en su historia, Bedoya y Morales viven en una lucha continua para que los derechos del pueblo y sus ciudadanos sean respetados, pero sobre todo, para que sus casos sean contados con veracidad y sin tapujos, siendo muestra de la resiliencia con la que han tratado de sanar su dolor. De esta manera se creó el Centro de Memoria e Investigación llamado “No es Hora de Callar”, que se dedica al estudio de la violencia sexual y las mujeres periodistas.
A pesar de los esfuerzos por visibilizar la violencia sexual en Colombia, la impunidad persiste, afectando tanto a las víctimas directas como a la libertad de prensa. La valentía de periodistas como Jineth Bedoya y Claudia Morales, que enfrentan esta violencia para exponer la verdad, es un ejemplo de resistencia, pero el miedo y la inseguridad siguen presentes. Es urgente que el Estado garantice la protección y justicia para quienes arriesgan sus vidas por la verdad y que esta lucha se convierta en un compromiso colectivo.