Las dinastías políticas de Colombia: La monarquía simbólica de las familias López, Santos y Lleras

Las dinastías políticas de Colombia: La monarquía simbólica de las familias López, Santos y Lleras

02, noviembre 2023

La palabra monarquía remonta a grandes, fastuosos y exuberantes significados, cuya etimología se traduce del griego mónos arkhein evocando la interpretación de ‘gobierno de uno sólo’. En Colombia no es usada de manera frecuente, es más, no estamos acostumbrados a esa forma de gobierno. Lo más cerca que hemos estado a reinados, y no precisamente de sangre azul, es a los de belleza, donde hemos dado grandes y bellas representantes en concursos de talla mundial; así como a productos que nos rodean en nuestra cotidianidad con nombres inspirados en aquellos mandatos arbitrarios que abundan en Europa, tales como condimentos El Rey, y el clásico jabón Rey; de ahí para allá, nada más.

Nuestra política, aunque republicana en su esencia, ha tenido en su desarrollo dinastías familiares que han ejercido un poder que recuerda al de una monarquía simbólica. Mientras que en países donde la corona prevalece como Países Bajos, Dinamarca, España, Catar y, el más famoso, Reino Unido, la realeza habita lujosos palacios con centenares de años de historia, en Colombia, la realeza política se ha consolidado no en un solo apellido como es costumbre, sino en varios que ya nos son familiares, predominando apellidos como López, Santos y Lleras. Por ello resulta de interés estudiar aquellas monarquías y dinastías simbólicas de la política nacional, donde las coronas son las urnas y el reinado toma riendas desde la Casa de Nariño. 

Explorar y definir la noción de democracia resulta ser fundamental en la política y sus ramificaciones, lo que supone desafíos significativos para un régimen democrático. Pero, para poder abordar una visión de Colombia como una monarquía simbólica, se vuelve trascendental, primero, entender el concepto de qué es una democracia. La concepción contemporánea del término ‘democracia’ está basado en tres estamentos procedimentales principales: la competencia partidaria, la participación electoral y las libertades civiles. Teóricos como Collier y Levitsky (1997) afirman que la falta de algunos de estos tres primordiales factores pueden desencadenar en la descalificación de un régimen como democrático, o, en otros términos, en una “democracia disminuida”. Esta última categoría se denomina por Gasiorowski como “semidemocracias”.

Estas “semidemocracias” suponen un problema teórico que surge al crear una categoría intermedia entre regímenes democráticos y regímenes autoritarios, lo cual genera un espacio sin sustentaciones claras de estudios. Estos regímenes no son totalmente democráticos ni totalmente autoritarios, lo que crea una frontera difusa y suma un factor de ambigüedad al tratamiento de estos casos. Por ello, para abordar estos desafíos, algunos estudiosos del tema proponen establecer una distinción entre ambos regímenes, donde las deficiencias se vuelvan indiferentes y se camuflen sus intentos de parecerse el uno al otro. Este enfoque sugiere una revisión completa de los tres factores democráticos (participación, competencia y libertades) y evaluar su pertinencia y consistencia en diversos casos, como las primeras democracias que existieron en América Latina. 

Precisamente se afirma que Colombia posee la democracia más antigua del continente americano, llevándose el título de la abuela de la democracia, pues se argumenta que la elección de José Miguel Pey como alcalde de Santafé en 1810 fue el primer acto de índole democrático en América tras la liberación del yugo del imperio español. Así mismo, es el único país latinoamericano con un legado electoral sin interrupción alguna desde 1830, luego de la separación de la Gran Colombia. Aunque existe un periodo de pausa bajo la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, la cual duró cuatro años (13 de junio de 1953-10 de mayo de 1957), sin embargo, el país volvió a su forma electoral habitual hasta el presente. ¡Qué país tan fiel a sus tradiciones… electorales!

Congreso de la república de Colombia. Foto: Samuel Peña.

Precisamente se afirma que Colombia posee la democracia más antigua del continente americano, llevándose el título de la abuela de la democracia, pues se argumenta que la elección de José Miguel Pey como alcalde de Santafé en 1810 fue el primer acto de índole democrático en América tras la liberación del yugo del imperio español. Así mismo, es el único país latinoamericano con un legado electoral sin interrupción alguna desde 1830, luego de la separación de la Gran Colombia. Aunque existe un periodo de pausa bajo la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, la cual duró cuatro años (13 de junio de 1953-10 de mayo de 1957), sin embargo, el país volvió a su forma electoral habitual hasta el presente. ¡Qué país tan fiel a sus tradiciones… electorales!

Frank David Bedoya Muñoz. Foto: Corporación Otraparte

Se argumenta que nuestro país ha sido testigo de menos guerras civiles y dictaduras militares si se hace un paralelo con otros países del continente americano. Frank David Bedoya Muñoz, historiador de la Universidad Nacional de Colombia, argumenta:

“El poder en Colombia se ha distribuido de una manera muy lenta, en dos siglos de vida independientes y republicana. Después de que se consolidaron unas oligarquías terratenientes, es el concepto apropiado para definir unos grupos económicos y políticos que se consolidaron, unas pocas familias se adueñaron de las tierras que heredaron de la colonia. El poder económico y político ha sido una disputa por el bipartidismo, donde tanto liberales como conservadores eran los representantes de estos grupos. El poder aún sigue en manos de terratenientes y de una nueva clase empresarial, como sabemos en las últimas tres décadas del siglo XX de la mafia del narcotráfico que muchas veces se asocia a los terratenientes.”

David Bedoya, nuestro docto historiador, es fiel creyente de que, en el libro ficticio de la Historia Política de Colombia, el escritor era bastante diestro, pues la página de la izquierda se mantuvo en blanco con breves salpicaduras de tinta en comparación a las páginas de la derecha. ¡Y hay que tener muy claro que la Guerra Fría ya pasó! Pero, ¡sorpresa! Según Bedoya, el gobierno actual de Su Majestad Gustavo Petro, remojó la pluma en el tintero y comenzó a escribir en las páginas izquierdas un cambio de ideología y proyecto político, donde ‘Colombia, potencial mundial de la vida’ es el epitafio de aquellas páginas de la derecha por tres años más. Si eso no es creatividad e innovación, ¿qué más puede serlo?

Campesinos observando las tierras que trabajan en San Vicente de Ferrer. Foto: David Cano Martínez.

Sin embargo, las fuerzas del poder se ciñen a la moral que dicta el pueblo. En el siglo XIX nace un patrón de una clase terrateniente y una nueva clase empresarial y financiera en el siglo XX, lo más sorprendente es que todavía están en nuestra cotidianidad, arraigadas como unos ciertos personajes políticos de este país que es mejor dejarlos a la imaginación del lector. Por ello, se dice que existe una concentración en la tierra productiva que, también hasta hoy en día, no ha generado mucho cambio. La mayoría de los colombianos sigue viviendo en la periferia, sin tierras, mirando con incertidumbre aquellos privilegios que las familias reales de nuestro país tienen desde lejos.

¿Y qué decir de la riqueza? ¿No es sólo aquella representada en nuestro escudo con las cornucopias? Parece ser que se esfumaron aquellas monedas de oro y plata como sucedió el 3 de noviembre de 1903 con el departamento de Panamá. Y es que aunque las ciudades se han masificado, la economía informal sigue siendo quien predomina en las estadísticas de la tasa de empleo y desempleo. Colombia parece ser el paraíso de las ‘pocas familias que dominan todo’. Por ello, si se preguntan por qué se cataloga a nivel mundial como uno de los más acogedores, es porque estas selectas familias apadrinan la economía, pues siempre están dispuestas a dar un consejo, un abrazo o un puesto más cerca del monarca… ¡por un precio!

Una monarquía simbólica: los Santos, los López y los Lleras

En el escenario político de Colombia, donde la palabra ‘dinastía’ tiene un acento especial, se destacan tres apellidos poderosos que han hecho frente al paso del tiempo y la democracia: los Santos, los López y los Lleras. Estas familias han dejado su huella en el trasegar de la historia de la Casa de Nariño, donde se podría decir que han sido como una especie de monarquía simbólica en su reino: Colombia. David Bedoya enfatiza:

Estas familias pertenecientes a la tierra de los vallenatos y los cafetales, han demostrado que el poder es una corona que no necesita gemas ni castillos; ellas han convertido su influencia en potencial poder a través de sus generaciones, marcando la vida de Colombia de manera inquebrantable. Así, en lugar de espadas y caballos, estas familias reales han dominado el arte de la retórica y la diplomacia, con discursos que encantan a las masas y dirigiendo el destino del reino con una maestría sin par. Estas familias de sangre azul han construido un legado que va más allá de los escudos con frases en latín, y más allá de las icónicas, costosas y fastuosas joyas de la realeza (aunque hemos tenido primeras damas que parecieran descendientes de Lady Di y otras de Juana la Loca).

Su influencia ha perdurado, trascendiendo apellidos y cargos, convirtiéndolos en los titanes de la política colombiana. Alberto Donadío, abogado de la Universidad de los Andes y renombrado periodista de este país, sostiene que existe un patrón entre unas pocas familias que han gobernado a Colombia; Donadío dice:

“Ese fenómeno de que gente del mismo apellido y de la misma familia se repite en la presidencia y luego se repite en el poder político y en el poder económico es cierto. Yo no sé si alguien ha hecho realmente el estudio científico, pero de la simple observación pues sí resulta que en distintas épocas eso ha ocurrido, que hay una especie de herencia del poder y que los descendientes o los hijos de los que han tenido poder político vuelven a tener poder político, salvo excepciones, pero lo más común es que si uno se pone a ver eso sucede.”

Y es que, Alberto (porque no le gusta que le digan ‘don’), ha dedicado gran parte de su vida a estudiar la política corrupta del país, lo cual lo ha llevado a tener aliados y enemigos por donde pase. Su más reciente libro ‘Palacino es inocente’, habla, precisamente, de la corrupción que yace en medio de sectores que nuestro gobierno tiene en sus arbitrarias, suaves y blancas manos como lo es el sector salud. De la conversación con Donadío resultaron conclusiones bastante interesantes, entre ellas que desde hace más de 100 años apellidos han resonado, al igual que lo afirma David Bedoya, en el contexto político y social colombiano.

Alberto Donadío Copello. Foto: Fondo Documental Alberto Donadío Copello
“Básicamente sí es cierto que hubo tres apellidos (Santos, López y Lleras), que han sonado durante 100 años, y otros que han sonado menos tiempo, pero que también tienen un impacto importante. Parece que hay una aceptación tácita del poder que tengan los hijos o los descendientes por el apellido, esto, en lugar de causar un rechazo, parece que en Colombia es aceptado.”

                                                                                                                                                                                                                Alberto  Donadío
Palacio o Casa de Nariño, Bogotá. Foto: Samuel Peña.
Shameel Thahir Silva. Foto: @ShameelThahir

Hablamos también con Shameel Thahir Silva, un docto Politólogo y magíster en Estudios políticos Latinoamericanos, acerca de estas dinastías; él comenta:  

Estas familias fueron protagonistas sobre todo el siglo XX desde diferentes ámbitos, pero que confluyen en la construcción del capitalismo contemporáneo en este país. Hay algo que venía de antes y es precisamente la oligarquización del sistema político nacional y más o menos  a inicios del siglo XX se empiezan a ver como los primeros delfines en la política (o sea hijos de presidentes) que se empiezan a volver presidentes como el señor Mariano Ospina.

Shameel es un fiel creyente de que esta distribución de poder arbitraria es un problema proveniente de la democracia, pues si el poder lo ejercen las mismas dinastías no se puede considerar un poder distribuido de manera equitativa, por el contrario, en una sociedad que dice ser democrática debería ser nula la posibilidad de que hayan casos como estos. Pero, como a los colombianos nos encanta darle vuelta a los asuntos, pues estas dinastías arman bailes llenos de vueltas, y mientras nosotros bailamos, ellos se ‘ponen de ruana’ la democracia y hacen con ella lo que se les viene en gana. 

Apellidos y coronas: El legado político en Colombia

En la tierra de los vallenatos, el café y la eterna lucha por el poder, Colombia ha visto surgir grandes y fastuosas dinastías políticas donde las monarquías de Europa “les quedan en pañales”. Los apellidos Santos, López y Lleras han marcado la política nacional de manera tan consistente que parecen haber tomado forma de realezas modernas. En lugar de castillos y tiaras, estas familias han forjado sus legados a través de reformas, leyes y el valioso arte de la diplomacia. En lugar de coronas y cetros, usan trajes elegantes y maletines de cuero llenos de estrategias políticas. ¿Quién necesita a la reina Isabel II cuando puedes tener a estas nobles familias en nuestro país? Ya eso es ambición. 

En lugar de castillos majestuosos del siglo XII, estos clanes políticos han construido imperios invisibles con su varita mágica. Imaginen a un Santos sentado en un trono con un café en la mano, con un séquito de asesores listos para declarar sus decretos con el sabor a espresso más fuerte del mundo, y Tutina, feliz con su propio diseñador, ¡el propio sueño colombiano!

Los López no necesitan tiaras llenas de esmeraldas, pues pueden ponerse una corona hecha de alfileres, botones y retazos de telas. Y los Lleras, bueno, prefieren adornarse con documentos legislativos en lugar de joyas. En esta tierra pujante de nobles familias, la ambición no tiene límites, y el poder es el premio mayor en este emocionante Juego de Tronos colombiano. Así que olvídense de la realeza europea, pues en Colombia, nuestra versión de la realeza es tan intrigante y apasionante que hasta Shakespeare se sentiría inspirado para escribir una nueva obra maestra: ‘Hamlet en el Amazonas: La lucha por el café y el poder’. 

En Colombia, las coronas están reservadas para aquellos que tienen las capacidade”$” de moldear el destino del país con estrategias políticas. Así que, ¡la realeza europea puede esperar sentada, porque aquí, la política es nuestra verdadera herencia!

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